domingo, 16 de febrero de 2014

Día 5: El pueblo guajiro reasentado que no ha encontrado la tranquilidad

Las casas del reasentamiento Tamaquito II.
Los indígenas wayuu que habitaban el caserío Tamaquito, en La Guajira, fueron reasentados hace seis meses por Cerrejón y desde entonces empezaron a llamarse Tamaquito II. Seis meses cumplen viviendo en estas nuevas casas, de ladrillos de tierra y cemento, que tienen luz eléctrica y acueducto (“eso es nuevo para nosotros”, dice Jairo Dionisio, cabildo gobernador), y que están divididas en tres “módulos" independientes: uno para la cocina, con estufa a gas y lavaplatos (“eso no lo teníamos tampoco”); otro para el baño, con ducha, retrete y lavamanos (“eso también es nuevo para nosotros”) y otro para las habitaciones y la sala (“nunca habíamos tenido sala”).



Los wayuu no se acostumbran a los nuevos espacios como la sala y las habitaciones para los chinchorros. 

Tamaquito II ya tiene su primer muerto. Y para los más viejos de la comunidad –que todavía no se acostumbran a vivir en este terreno sin árboles frondosos que les den sombra, con una tierra árida que se agita con la brisa, con un sol que arde más de lo habitual– esa muerte fue una especie de señal de que Tamaquito nunca volverá a ser el que era antes. En el viejo pueblo –dice Jairo– nunca se había presentado una muerte violenta como la del muchacho de 22 años, que conduciendo una moto a velocidades descomunales (“eso es nuevo para nosotros. Compramos moto porque tuvimos que dejar los burros”), se chocó contra un camión que frenó en seco. Los espíritus les habían advertido que el nuevo lugar traería riesgos –cuenta Jairo– y miren lo que pasó.


Jairo Dionisio Fuentes y su abuelo López Epiayu, fundador de Tamaquito.

El traslado de este asentamiento wayuu, que está luchando por ser reconocido como resguardo, fue decisión de la misma comunidad. Una decisión que tardaron dos años y medio en tomar y que tenía un solo argumento claro y doloroso: Tamaquito ya no era el pueblo libre, tranquilo, sano; de aire puro y agua potable; que había sido desde que el señor López Epiayu (abuelo de Jairo) construyó la primera casa en 1965. Ya no lo era. Y en las nuevas condiciones, que llegaron con la minería de carbón, ya no podían vivir. La estocada final llegó en 2001, cuando la minería se tragó entero a Tabaco, el único pueblo que los conectaba con el comercio, las carreteras, el estudio y la salud.


Indígena wayuu habitante del asentamiento Tamaquito II.





Todo esto lo cuenta Jairo mientras recorremos Tamaquito II. Mientras hablamos recuerdo que la líder de Boquerón (Cesar), otro pueblo que también será reasentado, me dijo que Tamaquito era para ellos el proceso de reubicación más exitoso. Y entiendo por qué lo dice: Jairo y los líderes de la comunidad llevan trece años entregados a esa tarea, empeñados en que se respeten su cultura y sus costumbres, negociando cada detalle del nuevo pueblo (el tamaño de las habitaciones, el material de las casas, el color del techo que permita diferenciar los tres clanes), y ni siquiera así yo llamaría a este proceso “exitoso”. 


Los habitantes Tamaquito II están trabajando en la adecuación de sus nuevas viviendas.


Sería demasiado pretensioso llamarlo así, cuando los viejos “no han vuelto a soñar aquí como soñaban antes”, en palabras de Jairo; cuando él mismo, que ha sido amenazado varias veces, no se atreve a dormir en su chinchorro en el patio de la casa, como lo había hecho sus 31 años de vida, porque siente miedo. Porque aquí no está la paz ni la tranquilidad del viejo Tamaquito.



En el nuevo Tamaquito fueron reasentadas 170 personas en 31 casas.




La primera pelea que libraron en este proceso –cuenta Jairo– fue para que la empresa reconociera que los cambios que estaba viviendo Tamaquito eran consecuencia de su actividad: “Hubo cambios en las pieles de los niños, las plantas ya no echaban frutos, los arroyos ya no bajan abundantes. Y a eso se sumó que la fuerza pública empezó a hostigarnos. Decidimos irnos pensando en el futuro de los niños”. La siguiente batalla larga y complicada fue la negociación: seis años (de 2007 a 2013) definiendo las condiciones. Y ahora, están librando una nueva lucha con la empresa porque dicen que la promesa de los proyectos productivos, que los llevarán a ser una comunidad sostenible, no se está cumpliendo. 


López Epiayu, fundador del caserío guajiro Tamaquito.


La siguiente parada de #EnLaRutaDelCarbón será Cerrejón, una de las minas a cielo abierto más grandes del mundo. Allá llevaremos la preocupación de Jairo. Y de otros pueblos reasentados como Roche, que lleva tres años sobre los nuevos terrenos y todavía se siguen preguntando por los proyectos productivos que los volverían prósperos. La sensación con la que uno se queda después de recorrer el caserío de 25 viviendas, mucho más estrechas que las de Tamaquito II, es que la gente no es realmente feliz. Extrañan la libertad, coinciden casi todos a los que les pregunto. 



2 comentarios:

  1. Por fíin un medio trata la realidad de este desastre la locomotora energetica de la muerte

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  2. Buenas tardes, por favor me pueden dar el correo de la persona que escribe este blog, necesito pedirle autorización para utilizar una foto en un trabajo investigativo, gracias

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